miércoles, 19 de marzo de 2014

Feliz día del Padre

        — Bueno, la verdad es que , al fin y al cabo, ser padre tiene que ser duro— dijo Julia sin levantar la vista del suelo de mármol recién pulido de su recién estrenado dúplex del centro.
      En ese momento, nuestras miradas se encontraron dos a dos; nuestros ojos buscaban otra pareja de iguales para encajarse como en un puzzle. Casi podía escucharse el "crashksx" que emitían al unirse para siempre antes de... que todo aquello explotara en una gigantesca carcajada unánime expulsada de las quince gargantas femeninas presentes en la inauguración del ático de Julia.
      Nosotras somos así, un poco traviesillas, un pelín brujas sin escrúpulos si me apuras y tengo que decirte la verdad del mundo. Pero todo tiene una explicación.
      De las quince gargantas presentes, habían salido (no por sus gargantas, se entiende) treinta y dos hijitos de sus padres y sus madres. Lo cual arroja la escalofriante cifra de dos coma trece hijos por garganta. Este dato nos dirige irremediablemente a otro que resulta tanto o más escalofriante que el anterior: si las quince gargantas estaban reunidas en soledad, significaba que en esos momentos había quince padres cuidando de sus dos coma trece hijos, presumiblemente también en soledad. Una barbaridad.
      Decidimos subir el volumen de los teléfonos móviles por si los papás nos llamaban y estuvimos como cuarenta minutos sin para de bailar al ritmo de los politonos más "hot" del momento (vale, eran politonos hot hacía diez años, pero más mérito tiene descargarse el Dale, dale don Dale enviando daledonde al 5555). No pasó ni un ángel ni medio, aquello fue una auténtica fiesta de luces y sonido.
      A los cuarenta minutos cesaron las llamadas, los mensajes, todo intento de comunicación humana con nosotras. Ahora sí que sí, ¡ahora algo raro pasaba seguro! De manera que nos lanzamos en plancha a por nuestros terminales (ya hablo como una auténtica teleoperadora de telefonía móvil por mi maldita costumbre de no dejar a nadie con la palabra en la boca) y colapsamos la lineas como si de los primeros segundos de un año nuevo se tratara. Una vez volvió la linea tras amenazar con no renovar nuestro compromiso de permanencia con las respectivas operadoras, comprobamos que los quince padres de las treinta y dos criaturas habían desconectado sus terminales (en cuanto llegue a casa me pongo a escribir cien veces: celulares, móviles, teléfonos, esmarfones, ladrillos, azulejos, aifons... o si no, mejor le mando mi currículum a Vodafone). 
        — Esto solo tiene una explicación posible— se escuchó desde el baño.
      Las catorce restantes apartamos de nuestros pendientes los esmarfons (¡yeah!) y nos acercamos con cautela a la puerta del baño donde llevaba diez minutos encerrada Inés. La cautela era, más que nada, por darle tiempo a salir y no plantarnos allí delante de la puerta en el justo momento en que la abriera y nos embriagara la posible esencia de sus entrañas intestinales. Al fin salió cuando nos faltaban cuatro pasos para llegar a ella y triunfal dijo:
        —Tienen un grupo de wasap—
      Un unánime "aaaaahhhhh" salió de las catorce gargantas.
        — Y además...— continuó
     Todas contuvimos la respiración. La expectación era máxima.
        — ¡No solo lo usan para mandarse fotos de ingenieras y neurocirujanas desnudas! Además... ¡hablan!
      Y otro "aaaahhhhh" salió de las asombradas gargantas. Esta vez nos salió aún mejor después del primer ensayo de hacía veinte segundos.
      Al rato, el esquirol de los papás que era además, el marido de Inés Bones, envió un wasap a su mujer para informar de que  treinta y dos niños y cuatro papás habían conciliado el sueño sin problemas y se encontraban ya probablemente en el quinto (sueño, se entiende). Nadie había tenido que acudir a urgencias ni tirar de Apiretal. Todo controlado.
      Y así fue como nuestra conversación de una noche en la que nos habíamos prohibido hablar de hijos, maridos y trabajos, se convirtió en una noche en la que no dejamos de hablar de hijos, maridos y trabajo.
      Todas teníamos quejas: el mío no baja la basura ni aunque vea en el descansillo a los de CSI que vienen a estudiarla por el olor que emana de nuestro portal; el mío le hace la papilla de frutas al niño con kiwi en vez de ciruela; el mío baña a los niños con champú y les lava el pelo con gel del cuerpo; el mío no me mira como antes; trabajo diez horas fuera de casa y no tengo tiempo ni de depilarme las cejas; trabajo dieciocho horas dentro de casa y no tengo tiempo ni de depilarme las cejas; llevo dos nohes sin dormir pero he preparado una superfiesta de cumple a mi peque con unos macarrons y minicupcakes estupendos; y yo con un cuentacuentos que además les enseña los planetas del Sistema Solar; y yo me los llevo a todos a una visita guiada por Disneyland Triana sobre hielo, y de paso compro cuatro cosas en el Mercadona de al lado y preparo comida para toda la semana...
        — Bueno, la verdad es que , al fin y al cabo, ser padre tiene que ser duro— dijo de nuevo Julia.
      Y entonces no hubo búsquedas de miradas, ni explosiones ni carcajadas porque en ese preciso instante, nos dimos cuenta de que, ser padre, cuando tienes al lado a una mujer que quiere y puede hacerlo todo y además bien, es complicado estar a la altura y cubrir al menos, la mitad de sus expectativas.
      Está claro que ser padre también es complicado por eso conviene recordar de vez en cuando que, en esto también, somos un equipo.




FELIZ DÍA DEL PADRE A TODOS LOS BUENOS PADRES QUE ME RODEAN... EMPEZANDO POR EL QUE MÁS QUEREMOS EN EL MUNDO: EL DE MIS HIJAS.
Te queremos, papá.

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