viernes, 28 de marzo de 2014

Pide un deseo

Aquella noche, como todas las noches, la estrella encargada de hacer realidad los deseos de los niños que cumplían años, apuntaba pensamientos sin perder detalle. A través de la ventana, entraba sigilosa en sus sueños y volvía a salir sin hacer ruido. Un beso en la frente y un casi imperceptible "Feliz cumpleaños, Adrián... o Lola... o Jaime", y se despedía hasta el año siguiente. Y vuelta a empezar.
Era el segundo año que visitaba a Paloma. La miró descansar junto a su hermana Carlota y sonrió satisfecha al comprobar que la estrella encargada de hacer realidad los deseos de los mayores, cumplía a la perfección con el de sus padres de verlas crecer felices.
Y sin más, entró en sus sueños. 
— Hola, ¿quién eres?
— ¿Puedes verme?— respondió asustada la estrella, pues nunca antes ningún niño le había hablado
—Claro, estás aquí, jugando conmigo en la arena. ¿Has traído algún cubo?
La estrella sonrió.
—No hace falta, ¿ves? Podemos construir un gran castillo solo con tu imaginación. Basta con que lo desees.
Paloma no pareció muy convencida.
—Pero lo que yo deseo es hacer un gran castillo con mi cubo. Llenarlo una y otra vez y volcarlo. Así, ¿ves? El castillo no es lo divertido; lo que me gusta de verdad es dar la vuelta a mi cubo, levantarlo despacito y adivinar antes de apartarlo del todo, si se desmoronará enseguida... o no.
—Entonces, dime, pequeña Paloma; ¿cuál es tu deseo este año?
Paloma la miró expectante: 
—¿Y se hará realidad?
—Sí— asintió la estrella
—¿Pida lo que pida?
—Así es. Ese es mi trabajo
—¡Pues entonces quiero tener un superpoder!—gritó triunfadora. 
Pero entonces, la estrella dudó. ¿Tendría ella capacidad suficiente para poder hacer realidad el deseo de Paloma? Tal vez tendría que rellenar algún tipo de solicitud especial o pedir un permiso distinto para poder acceder al almacén donde se guardaban los deseos imposibles. Seguramente su abuela sabría indicarle los pasos a seguir en estos casos, al fin y al cabo ella era una experta en hacer realidad los deseos que se creen imposibles. Ella puso a María en el seno de la anhelante Victoria; ella sembró ideas en la mente de Rafael cuando quiso ser poeta; ella, sin ir más lejos, paraba el tiempo cada vez que un bebé se apoyaba en el pecho de su madre por primera vez. Estaba segura: su abuela le indicaría lo que tenía que hacer.
—¿Y cuál es ese superpoder, Paloma?—
—Es uno que me gustaría tener siempre... uno que tuve el día que nací y que a veces lo tengo y otras, otras no. Es un superpoder que me hace cosquillas en la barriga y que hace reir a papá aunque venga enfadado de la oficina. Yo quiero ese superpoder a todas horas, estrellita. Yo solo quiero hacer felices a los demás todos, ¡todos los ratos del mundo!— exclamó al fin.
La estrella la miró emocionada. Miró sus rizos rubios y su cara de ángel y pensó en que tal vez, aquella palomita se había caído del cielo y que era en realidad un ángel que venía a repartir alegría entre los que tuvieran la fortuna de tenerla cerca. 
— Pues claro que sí, pequeña. Y vendrás conmigo y juntas, podremos hacer del mundo un lugar mejor. Yo les concederé deseos y tú los harás felices a todos y no habrá más discusiones, ni enfados, ni malos días, ni malos modos. Lo primero será buscarte una estrella fugaz para que puedas desplazarte y luego, bueno, tu propia nube aunque de momento, podrás vivir en la mía y luego...—
La pequeña Paloma dormía plácida en su camita.
—¿Vendrás conmigo?
—Es que... es que... yo quiero... con mamá—  susurró entre sueños.
Desde la ventana, vio como su padre le colocaba las sábanas para que no tuviera frío y como su madre las besaba a las dos en las mejillas sin dejar de sonreir con la mirada.

El deseo de Paloma hacía dos años que se había hecho realidad, de manera que la estrella se concentró en el último deseo de la niña y su mamá durmió abrazada a ella aquella noche... y otra más... y otra más.


Y colorín colorado, este cuento se ha acabado
Y mis  niñas bonitas, dormiditas se han quedado.


FELIZ CUMPLEAÑOS, PALOMA.
Que todos tus deseos se hagan simpre realidad, sobre todo aquellos que parecen imposibles.
Te quiero
Mamá.


miércoles, 19 de marzo de 2014

Feliz día del Padre

        — Bueno, la verdad es que , al fin y al cabo, ser padre tiene que ser duro— dijo Julia sin levantar la vista del suelo de mármol recién pulido de su recién estrenado dúplex del centro.
      En ese momento, nuestras miradas se encontraron dos a dos; nuestros ojos buscaban otra pareja de iguales para encajarse como en un puzzle. Casi podía escucharse el "crashksx" que emitían al unirse para siempre antes de... que todo aquello explotara en una gigantesca carcajada unánime expulsada de las quince gargantas femeninas presentes en la inauguración del ático de Julia.
      Nosotras somos así, un poco traviesillas, un pelín brujas sin escrúpulos si me apuras y tengo que decirte la verdad del mundo. Pero todo tiene una explicación.
      De las quince gargantas presentes, habían salido (no por sus gargantas, se entiende) treinta y dos hijitos de sus padres y sus madres. Lo cual arroja la escalofriante cifra de dos coma trece hijos por garganta. Este dato nos dirige irremediablemente a otro que resulta tanto o más escalofriante que el anterior: si las quince gargantas estaban reunidas en soledad, significaba que en esos momentos había quince padres cuidando de sus dos coma trece hijos, presumiblemente también en soledad. Una barbaridad.
      Decidimos subir el volumen de los teléfonos móviles por si los papás nos llamaban y estuvimos como cuarenta minutos sin para de bailar al ritmo de los politonos más "hot" del momento (vale, eran politonos hot hacía diez años, pero más mérito tiene descargarse el Dale, dale don Dale enviando daledonde al 5555). No pasó ni un ángel ni medio, aquello fue una auténtica fiesta de luces y sonido.
      A los cuarenta minutos cesaron las llamadas, los mensajes, todo intento de comunicación humana con nosotras. Ahora sí que sí, ¡ahora algo raro pasaba seguro! De manera que nos lanzamos en plancha a por nuestros terminales (ya hablo como una auténtica teleoperadora de telefonía móvil por mi maldita costumbre de no dejar a nadie con la palabra en la boca) y colapsamos la lineas como si de los primeros segundos de un año nuevo se tratara. Una vez volvió la linea tras amenazar con no renovar nuestro compromiso de permanencia con las respectivas operadoras, comprobamos que los quince padres de las treinta y dos criaturas habían desconectado sus terminales (en cuanto llegue a casa me pongo a escribir cien veces: celulares, móviles, teléfonos, esmarfones, ladrillos, azulejos, aifons... o si no, mejor le mando mi currículum a Vodafone). 
        — Esto solo tiene una explicación posible— se escuchó desde el baño.
      Las catorce restantes apartamos de nuestros pendientes los esmarfons (¡yeah!) y nos acercamos con cautela a la puerta del baño donde llevaba diez minutos encerrada Inés. La cautela era, más que nada, por darle tiempo a salir y no plantarnos allí delante de la puerta en el justo momento en que la abriera y nos embriagara la posible esencia de sus entrañas intestinales. Al fin salió cuando nos faltaban cuatro pasos para llegar a ella y triunfal dijo:
        —Tienen un grupo de wasap—
      Un unánime "aaaaahhhhh" salió de las catorce gargantas.
        — Y además...— continuó
     Todas contuvimos la respiración. La expectación era máxima.
        — ¡No solo lo usan para mandarse fotos de ingenieras y neurocirujanas desnudas! Además... ¡hablan!
      Y otro "aaaahhhhh" salió de las asombradas gargantas. Esta vez nos salió aún mejor después del primer ensayo de hacía veinte segundos.
      Al rato, el esquirol de los papás que era además, el marido de Inés Bones, envió un wasap a su mujer para informar de que  treinta y dos niños y cuatro papás habían conciliado el sueño sin problemas y se encontraban ya probablemente en el quinto (sueño, se entiende). Nadie había tenido que acudir a urgencias ni tirar de Apiretal. Todo controlado.
      Y así fue como nuestra conversación de una noche en la que nos habíamos prohibido hablar de hijos, maridos y trabajos, se convirtió en una noche en la que no dejamos de hablar de hijos, maridos y trabajo.
      Todas teníamos quejas: el mío no baja la basura ni aunque vea en el descansillo a los de CSI que vienen a estudiarla por el olor que emana de nuestro portal; el mío le hace la papilla de frutas al niño con kiwi en vez de ciruela; el mío baña a los niños con champú y les lava el pelo con gel del cuerpo; el mío no me mira como antes; trabajo diez horas fuera de casa y no tengo tiempo ni de depilarme las cejas; trabajo dieciocho horas dentro de casa y no tengo tiempo ni de depilarme las cejas; llevo dos nohes sin dormir pero he preparado una superfiesta de cumple a mi peque con unos macarrons y minicupcakes estupendos; y yo con un cuentacuentos que además les enseña los planetas del Sistema Solar; y yo me los llevo a todos a una visita guiada por Disneyland Triana sobre hielo, y de paso compro cuatro cosas en el Mercadona de al lado y preparo comida para toda la semana...
        — Bueno, la verdad es que , al fin y al cabo, ser padre tiene que ser duro— dijo de nuevo Julia.
      Y entonces no hubo búsquedas de miradas, ni explosiones ni carcajadas porque en ese preciso instante, nos dimos cuenta de que, ser padre, cuando tienes al lado a una mujer que quiere y puede hacerlo todo y además bien, es complicado estar a la altura y cubrir al menos, la mitad de sus expectativas.
      Está claro que ser padre también es complicado por eso conviene recordar de vez en cuando que, en esto también, somos un equipo.




FELIZ DÍA DEL PADRE A TODOS LOS BUENOS PADRES QUE ME RODEAN... EMPEZANDO POR EL QUE MÁS QUEREMOS EN EL MUNDO: EL DE MIS HIJAS.
Te queremos, papá.