viernes, 16 de agosto de 2013

¿Me hago mayor?

Este es el cuento con el que participé en el I Concurso de cuentos de la colina de Puk. No gané pero me llegaron algunos comentarios que se quedan a vivir para siempre en el fondo de mi corazón. Gracia Ara!



¿Me hago mayor?

Mis padres llevan unos días la mar de raros. Mi madre no deja de apretarme los mofletes lanzando suspiros al aire y mi padre, bueno, mi padre es caso aparte. Hoy se ha empeñado en que le acompañara mientras se afeitaba porque quería hablarme de una historia sobre hacerse mayor y romper no sé qué cascarón. Yo le decía que sí muy convencido porque tenía prisa por irme a jugar con un bote gigante de plastilina que me había regalado la abuela esta mañana.
- “Toma”- me dijo un poco misteriosa- “ya tienes edad para administrártela tú mismo”. Y luego me dio uno de esos besos compuestos por interminables minibesos que sólo saben dar las abuelas.
La otra tarde fuimos casi toda la familia a la tienda de Manuela. Es una tienda muy pequeña y muy oscura que lleva toda la vida del mundo vendiendo ropa a los albañiles, camareros, médicos y maestros de mi barrio. Yo no entendía muy bien qué hacíamos allí, porque una cosa es decir que de mayor quiero ser maestro de colegio y otra muy distinta es que quiera serlo ya… si al menos tuviera ocho años y supiera tantísimo como mi madre, lo pensaría.
La señora Manuela me probó tres pantalones, tres jerseys y tres camisas muy parecidas a un pantalón, un jersey y una camisa que tiene mi padre. Mi madre lloraba, mi tía Teresa lloraba y mi padre hacía fotos con su teléfono pidiéndome unas sonrisas que, sinceramente, no creo que pegaran mucho con la ropa qué llevaba. Yo me veía más de Director General del Mundo o similar. Pero él estaba tan ilusionado que aún así, yo sonreía.
Y de repente aparecieron por mi casa montones de ceras de colores, cartulinas, libros para colorear, pegamentos, tijeras, más plastilina… ¡me puse tan contento que no sabía por dónde empezar! Pero mi madre, que desde que me acuerdo parece que tiene el superpoder de leerme la mente, apareció moviendo ese dedo que sirve para decir que “no” a la vez que hacía ese ruido que también utiliza para dormir a mi hermanito pequeño:
-“chtu-chtu-chtu”- me dijo.
Me senté con mi plastilina nueva porque ya sabía que el superpoder se había chivado de mis planes.
Esa noche, al irme a dormir, mi padre me dijo que tenía una historia nueva que contarme.
-“Vale, pero que sea del Duende Puck”- le advertí sin rodeos.
Él asintió y comenzó:
“ Puck se levantó aquella mañana con una sensación extraña en la barriga. Sabía que no era hambre ni dolor y que no le gustaba demasiado. Su mamá le dio montones de besos por todas partes y por un momento, aquella sensación dejó de molestarle. Pero al rato volvió. No le dejó comer, ni jugar, ni ver dibujos tranquilo. Sólo quería abrazarse muy fuerte a papá y mamá y no despegarse nunca. Pero al irse a dormir, comprendió lo que pasaba:¡mañana empezaría a ir al colegio de los duendes mayores! Se había olvidado del todo hasta que vio a mamá prepararle el uniforme y la mochila para el día siguiente.
- “Ya verás Puck, te vas a divertir muchísimo”- le tranquilizó su madre mientras le arropaba.
-“ Pero mamá, yo no quiero ir! No conoceré a ningún duende. ¿Y si no quieren jugar conmigo?”- le dijo Puck apretando su mano todo lo que podía.
- “Ya verás, mi vida, te lo pasarás tan bien que querrás volver cada día”. Y se acostó a su lado abrazándole fuerte.
Cuando a la mañana siguiente Puck llegó al colegio, no podía creerse lo que vio. Dentro de la clase más preciosa del mundo, había un montón de duendes riendo y esperando impacientes para empezar a aprender.
Y no lo pudo remediar: sonrió feliz al ver lo que le esperaba. Duendes con los que jugar a piratas e inventar mil travesuras, letras que leer, cuentos que escuchar… y una maestra con una larga trenza pelirroja que le enseñaría montones de cosas divertidas.
A partir de aquel día, Puck acudió feliz al colegio de duendes mayores.”
-“Y colorín colorado, este cuento se ha acabado”- dijo papá.
-“¿Todo esto del cascarón, la ropa seria, los suspiros de mamá, las cartulinas nuevas con las que aún no puedo jugar… es porque voy a ir al colegio, papá?”- le pregunté mientras se me cerraban los ojos de sueño.
Me dijo muy bajito que a veces, los papás le dan mucha importancia a algunas cosas que no la tienen pero que solo es porque, esas veces, se olvidan de que ellos también fueron niños y de lo maravilloso que les parecía crecer.

Yo no entendí lo qué quiso decir. Apenas lo escuché mientras Puck me llamaba desde la puerta de su clase para que me sentara junto a él.



FIN


 Bego Guerrero
 Abril 2012

















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