lunes, 15 de julio de 2013

Va por ellos

Si no lo veo no lo creo. Vamos, que cien veces que me lo contaran, cien veces que diría que imposible, que eso no puede ser, que no me lo creo, vaya. Pero sí, ha pasado. Y delante de mis ojos.
Resulta que esta mañana nos hemos levantado temprano gracias a la radio-despertador de mi hijita pequeña. Muy contentos todos porque levántandonos a las siete de la mañana se aprovecha mejor el día y no nos iba a coger el calor, desayunamos sonrientes como actores de anuncio de galletas y entre risas y besos mañaneros ,decidimos que el mejor plan jamás imaginado por ninguna familia de dos miembros y medio (el medio miembro lo conformábamos mi querido y yo, haciendo un esfuerzo sobrehumano para abrir los dos ojos a la vez y no echarle a las niñas café soluble en lugar del neskuik junior) era... el de ir a ver como abre el Carrefour a las diez de la mañana! ¡Estaríamos los primeritos de todos, podríamos seleccionar las mejores acedías, los mejores filetes de lomo adobado, las mejores ofertas de tres por dos en papel higiénico! Y sin esperar colas, empujones, abandonos de desodorantes ajenos... en fin, el mejor plan para un sábado en familia.
Pues a las nueve y cuarto ya estábamos todos listos para salir, la casa limpia, las camas hechas, el lavaplatos vacio. Record mundial. En esto que nos montamos en el ascensor los cuatro con la misma sonrisa con la que nos habíamos levantado, cogidos de la mano entonando el "Para dormir a un elefante" que no sé por qué motivo se nos había venido a la mente, cuando de repente se abre la puerta del ascensor y nos encontramos a dos de nuestros vecinos en la puerta del mismo.
-"Hola buenos días, ¿qué tal?"- dije yo muy educadamente
-"¿Qué taiiiiillllllllllllll?"- dijo mi pequeña también muy educadamente
Pero ninguno contestó. 
Silencio.
Y cuando me doy la vuelta para ver la cara de mi querido ante tal falta de civismo, veo que una gran sonrisa se ha dibujado en su cara. Le brillan los ojos, está pletórico, engrandecido... yo sigo mirando para ver si se quita las gafas y el traje para enseñar su verdadera personalidad de Superman, pero no. Vuelvo la mirada hacia los dos vecinos y perpleja veo como los dos, con sus ojos bañados en lágrimas, comienzan a aplaudir con un sentimiento tremendo, los labios apretados, las manos enrojecidas por la vehemencia de sus palmadas... y otros dos vecinos que, alertados por los aplausos, salen de sus casas con sus camisetas abanderadas blancas y sus calzoncillos rodilleros y repiten el repertorio de intenso lagrimeo, labios apretados, manos enrojecidas.
Las niñas se agarran a mi falda asustadas por tanta lágrima y tanto palmoteo y después de dos minutos, mi querido se decide a salir del portal, que al final con las tonterías se nos hace tarde. 
Por el rabillo del ojo observo que se le ha estirado la piel y ha metido tripa escandalosamente para pasar por delante de los vecinos. No me atrevo a preguntar pero sospecho que han confundido los gritos amorosos de los recién casados del segundo con una proeza conyugal de mi querido y servidora. Bueno, de mi querido solo, a mí no me han dirigido ni un ¡buenos días, campeona!. 
A medida que avanzamos hacia el aparcamiento, la escena se repite una y otra vez. No había visto a tanto vecino junto desde que se corrió el bulo de que Jesica Bueno estaba haciendo topless en la piscina de la comunidad. 
Alguna vecina también salía a darme la enhorabuena aunque en sus ojos se atisbaba claros signos de envidia de la mala.
La hipótesis de que habíamos sido confundidos con los jóvenes y fogosos y apasionados y vociferantes recién casados cobraba más fuerza, sobre todo a raiz de que fuera el propio presidente de la comunidad el que bajara hasta la puerta de nuestro humilde coche para estrechar la mano de mi querido y darle un improvisado discurso sobre los valores del hombre actual, la capacidad infinita de sacrificio masculino en beneficio del bienestar familiar y la necesidad imperiosa de que existan más hombres como mi querido para asegurar un lugar mejor en el que puedan crecer nuestros descendientes.
Yo miraba entre los coches esperando encontrar la cámara oculta porque, aunque nos hubieran confundido con los jóvenes amantes, la cosa no había sido para tanto. Quiero decir, bien, normal... ya se mejorará con la práctica... lo típico.
Finalmente llegamos al Carrefour en el coche de Batmansupermanincleiblehulk que sonreía radiante a diestro y siniestro. No avanzaba por los pasillos, levitaba. No dijo no al gel caro, tampoco a las toallitas que no venían en pack ahorro super oferta. Aprovechando la ocasión, dejé caer en el carro un par de zapatillas monísimas para las niñas y no escuché un -"¿pero es que no tienen unas iguales que esas ya del año pasado?". 
Un poquito escamada ya por tanta levitación y tanta palmada, llamé a mi vecina de arriba para ver si sabía algo a través de su marido. Bingo.
-"Pero nena, qué pasada, no te quejarás ni lo más mínimo, no?"
-"Pues hija, lo normal, lo que todas, no?"
-"¿Con esa joya que tienes te vas a quejar?"- me dijo con cierto tono amenazante- "Que no te vuelva yo a escuchar ni una queja, me oyes? ni una!!"
- "Ni una, lo prometo pero me quieres contar ya lo que pasa?"
-"¿Pues qué va a ser? Qué tu querido ha contado a quien lo haya querido escuchar que él solito, él sólo con sus manos, ha montado un muebles de cuatro cuerpos en dos tardes! Y ni un suspiro, ni un goterón de sudor, ni una blasfemia cuando no le encajaban las baldas o las niñas le escondían los tornillos! Vamos hija, la lotería te ha tocado!"
Y tenía razón, me había tocado la lotería... por muchos, muchísimos motivos. Ni una queja más. A partir de ahora valoraré como se merece cada sacrificio de mi querido, cada suspiro en silencio por no poder ver un partido importante (...), cada cuadro colgado, cada plato encajado en el lavavajillas, cada calzoncillo metido en el cesto de la ropa sucia. Claro que sí, porque ellos también son supermanes, superheroes domésticos disfrazados de maridos perezosos para no acaparar alabanzas... ¡Va por ellos!





Nota de la escritora: Éste es un texto ficticio, cualquier parecido con la realidad será siempre fruto del azar. Ningún marido ha sufrido maltrato ni presiones durante el proceso de escritura del texto ni del montaje del mueble.