jueves, 26 de abril de 2012

Vacaciones en el mar

                                                                                  A mis viejos, enormes y queridos amigos 
                                                                                                                      E y J. Enhorabuena.



Cuando en mis años de instituto hablaba con mi inseparable amiga Ana de nuestro futuro, yo me veía con total clarividencia viviendo en un ático en el  centro de Madrid, compartiendo vinos carísimos con mi amante de turno y vistiendo ropas modernísimas y pequeñísimas gracias al tipazo que me saldría por generación espontánea al cumplir los treinta. Todo eso se ha cumplido... pero en ella. Y yo me alegro, claro. En el fondo, pero me alegro.
También soñaba con vacaciones glamurosas conociendo medio mundo glamuroso, paseándome por cada aeropuerto subida a unos maravillosos taconazos y con la melena al viento, provocando suspiros entre ellos y envidias entre ellas...
Pero claro, esto son cosas que se hablan entre quinceañeras que, muertas de frío en la puerta del instituto, fantasean con el maravilloso momento en el que tendrían el suficiente dimero en la cartera como para no tener que compartir los cigarrillos. Puestas a soñar, una se envalentona y luego pasa lo que pasa. 

El verano pasado mi querido y yo nos dispusimos a disfrutar de unos días cerquita del mar. Muy cerca, en primera linea de playa. Yo ya me veía tomando unos daikiris en la terraza del hotel a la luz de la luna, recordando aquel chupito de ginjinha en Lisboa, aquella calle Elvira de Granada, aquel restaurante uruguayo de Mallorca en el que él disfrutaba de su entrecot nada hecho y yo del acento de los camareros; de Toledo... qué bonito es Toledo. No sé cual es el motivo por el que siempre tiendo a imaginarme cualquier plan futuro, idealizándolo en mi cabeza. Lo mismo me pasó al pensar en mi hija de un año jugando con la arena en la playa. En mi previo mental, no aparecía rebozada en arena y crema solar, intentando comerse las conchas que encontraba a su paso y sin pretender conciliarel sueño hasta las tres de la mañana que, quieras que no, no son horas de daikiri para una madre de familia que a las once de la noche suele estar con media pestaña bajada.
Reservamos finalmente un apartahotel ya que es lo más práctico cuando se tienen niños. Eso dicen. Tengo decidido no volver a ninguno. No veo yo a Angelina Jolie saliendo de un apartahotel con sus seis hijos. Y si ella no, yo tampoco, que igual de mamás sexys y glamurosas somos las dos. 
Y allí, bajo el sol que antaño bronceó las pieles de la Jet Set española, en aquellas playas que sirvieron de escenario a Alfredo Landa y Antonio Ozores en los destapados años setenta, coincidimos con mi amiga Elena, su marido Juan y su hijita Alicia. Ya teníamos el plan hecho: vacaciones familiares en Torremolinos! Parabaraba parabara parabarabaraua parabara ra ua ua para bara ua ua uaaa... 
Elena y yo nos conocimos en el instituto. Nos hicimos amigas entonces gracias a nuestra pasión por los juegos de cartas. Sí, tal y como suena. Todo el mundo tiene un pasado. El caso es que Elena, Juan y yo pasábamos las horas planeando estrategias de juego, retándonos en interminables partidas, sacándonos los cuartos los unos a los otros. Y así, entre ases y reyes, se formó una amistad que dura ya quince años. En estos quince años yo cambié de novio, luego cambié otra vez, otra, algún escarceo sin importancia hasta que finalmente me rendí a los encantos de mi querido. Elena y Juan siguieron juntos, se casaron y decidieron perpetuar sus hermosos genes. Y así nació Alicia, una preciosidad que sabe latín.
Y en esas estábamos los seis cuando quedamos para cenar en el puerto deportivo.
- Para mí, cerveza cero, cero - dijo ella, así, a bocajarro. 
Un momento. ¿Una cero, cero? Aquí pasa algo raro, pensaba yo mientras miraba rápidamente de un lado a otro con los ojos entornados. Pensé en que igual era ella la encargada de conducir esa noche pero lo descarté al segundo teniendo en cuenta que su apartamento estaba prácticamente frente al restaurante donde estábamos cenando. ¿Será que está a dieta? No, imposible. La muy ##&grññÇ## seguía con la misma talla que tenía el día que la conocí. ¿Antibióticos?, ¿una promesa?, ¿embarazo?... EMBARAZO!!! 
- Un momentito, querida amiga abstémica- le espeté mirándola a los ojos y con cierto tonito detectivesco. -Creo que te estás guardando algún as en la manga...
Pues sí, como pensadora no tengo precio. Elena estaba embarazada de nuevo... y a mí me habían desaparecido milagrosamente las ganas de un daikiri. 
- Un momentito, querida amiga de los combinados tropicales- espetó ahora ella- ¿tienes algo que contarnos?
 Miré a mi querido, le cogí la mano y así, con cara de anuncio de Mon Chery contesté que de ninguna manera, que lo mío era una indisposición momentanea que se me curaría en unas horas, no en nueve meses. Y conforme iba terminando la frase, algo dentro de mí se movió a la altura del corazón.
Al día siguiente brindamos con sidra por la feliz noticia. Brindamos tanto y la noticia era tan feliz, que mi querido , presa de un arrebato de envidia por la futura paternidad de Juan, corrió a la farmacia para que le demostrara allí, en vivo y en directo, que lo mío era una indisposición momentánea y no el varoncito con el que completar la parejita.

De aquello hace ya nueve meses. Paloma, el resultado de mi predictor, decidió correr un poquito más y se presentó antes. Ayer, día del cumpleaños de Juan, vino por fin Carla Isabel.

Siempre tiendo a idealizar en mi mente cualquier plan futuro, pero esta vez no idealicé en absoluto. Me quedé corta del todo. Y eso que el apartahotel estaba en cuarta linea de playa y que las vistas de la terraza eran dos tiendas de ultramarinos y una señora con bata de flores sentada al fresco en la puerta de su casa. 




 


jueves, 5 de abril de 2012

Amar a dos

Vaya, vaya, vaya... parecía imposible pero sí, vuelvo a tener el corazón completamente partido. Ya desde los tiempos del instituto empecé a intuir algo. Me engañaba a mí misma con aquello de que el que verdaderamente me gustaba era Juan Carlos y que lo de Pablo primero, Sergio luego, Antonio después, César, Jose... en fin, que lo del segundo en discordia era sólo una atracción superficial que no hacía daño alguno a mi platónico amor verdadero, profundo y eterno por Juan Carlos. Pero la realidad era otra.
Después, con los años y un hecho ciertamente importante como fue el encontrarme por el camino al amor de mi vida, llegué a la conclusión de que mi predisposición a tener la mente ocupada en imaginarme mi idílica vida,  arropada con una manta tras una chimenea abrazada a mi media naranja o a mi media naranja alternativa, tenía los días contados. Por fin mi corazón tenía un sólo dueño, ya no había plan B. Mi mente me agradeció el detalle proporcionándome unas dosis más de inteligencia para terminar de enamorarlo, no fuera a ser que sólo con el tema del estómago no me lo ganara y volviese a las andadas de los desvelos dobles.
Pues no, está claro que la cabra tira al monte y que mi corazón no está pensado para albergar a un sólo amor. Y lo he vuelto a hacer, lo malo es que la cosa ha empeorado, aquello ha tenido que darse de sí y ahora ya son tres las razones de mi vida.
Desde hace un poquito más de veinte meses, desde que Carlota llegó, venía pensando que era imposible sentir lo mismo por un segundo hijo. El enamoramiento tan profundo que tenía y tengo por la primogénita parecía insuperable. Un embarazo de total autoadoración, una niña maravillosa en todos los sentidos, una felicidad que no tiene límites cuando me mira y me dice "asias mamá, sopita"... en fin, todo esto me ha tenido nueve meses sumida en una incertidumbre. ¿Podría superar mi propia marca y lograr estar locamente enamorada de tres?. Y si así fuera, podría mi mente soportarlo, mayor ya y acomodada a sus rutinas diarias o me castigaría volviéndome a hacer olvidar cosas, pongamos pintarme la raya del ojo, como me agradeció el primer nacimiento? 
Paloma nació el 28 de marzo, hoy cumple una semana, la semana más feliz de mi vida, los siete días más llenos de preocupaciones, de emociones, de inmensa y pura felicidad cuando las miro a las dos y pienso que esto ha salido de nosotros, cariño, de ti y de mí, de lo que nos estamos queriendo. 

Gracias mi vida.
 A los tres.